El Plan de Competitividad de la Siderurgia, aprobado hace más de 26 años, establecía el cierre de las baterías de cok de Avilés. Unas instalaciones que debían ser sustituidas por unas nuevas en la cabecera siderúrgica de Gijón. Hoy, después de muchos retrasos, Arcelor iniciará el apagado definitivo de unas instalaciones históricas que han estado operativas durante más de 63 años.
Y es que la situación del sector metalúrgico en Europa es “desesperada”, golpeado por el aumento de importaciones de acero. La mayoría de ellas, procedentes de Turquía y China.
La medida responde a la lógica industrial de que las baterías de cok estén situadas en las inmediaciones de la fábrica, no a 30 kilómetros de ellas. De todas formas, la decisión de Arcelor tiene dos lecturas. La destrucción de más de 1.000 puestos de trabajo y las posibilidades de futuro que la liberación del suelo abre para la ciudad.
En cuanto a lo primero, el secretario general de la Unión Comarcal de Comisiones Obreras, José Manuel Rodríguez Baltar, asegura que el cierre “producirá una pérdida de empleo neto de 1.200 puestos de trabajo en Avilés”. Además, Baltar apunta en el impacto que tendrá en las arcas municipales la caída en la recaudación de impuestos como el IAE (Impuesto de Actividades Económicas) y el IBI (Impuesto de Bienes Inmuebles).
Traslados y jubilaciones
Aunque la parte menos perjudicada serán los propios trabajadores de ArcelorMittal. A pesar de que las nuevas baterías de Gijón necesitarán menos mano de obra, la mayoría de los puestos de trabajo serán recolocados en el resto de instalaciones de Gijón, Aboño y Avilés.
“Los trabajadores de 58 años o más se jubilarán, y lo que sería bueno para Avilés sería reabrir la línea de pintura, que nos ayudaría a recuperar el empleo que se pierde”, comenta Raúl Cueto. El secretario general de la sección sindical de UGT en ArcelorMittal Avilés y presidente del comité de empresa sugiere medidas que frenen el impacto de la decisión de Arcelor.