Noche para olvidar la del Real Madrid en el Parque de los Príncipes, donde el PSG sacó a flote todas sus carencias. Y con su tridente de gala en la tribuna, lo que no impidió que Di María dejase a su exequipo para el arrastre con dos zarpazos en la primera media hora. Poco o nada ofrecieron los de Zidane, que con Casemiro como único alguacil, no saludaron ni de cerca a su excompañero Keylor Navas.
Y es que el Real Madrid no consiguió enviar ni una pelota entre los tres palos del tico, una estadística que no firmaba en toda una década. Debió de darse cuenta Zidane que, por más atacantes que alinease, su equipo no carburaba en campo contrario.
Ni Benzema ni Hazard, que volvía a escuchar la tonada de la Champions dos temporadas después, pudieron engrasar una maquinaria que lleva en tela de juicio desde el verano. Y parece que así seguirá siendo.
Un “nuevo” Madrid que sigue oliendo a viejo, encomendado al trabajo sucio de Casemiro y el galope de Bale, de los pocos que llegarían al aprobado. No así en las filas del PSG, que con más pundonor que finura, atropellaron a un equipo que ni la mística de Zidane mantiene en pie.
Los blancos tampoco salieron con brío en la segunda parte ante los de Tuchel, muy cómodos en el repliegue. Todavía más con la pasividad de Zidane, que no meneó el árbol hasta los últimos 20 minutos. Insuficiente para incordiar a este PSG, sin Mbappé, Neymar ni Cavani, pero sí con un Di María que mordía siempre que rondaba el área. Y llegó al hueso. También Meunier, que se sumaría a la fiesta sobre la bocina para firmar el definitivo 3-0.